Harold Hackett es un canadiense que desde hace 15 años no ha dejado de enviar mensajes en botellas que han recorrido los mares del mundo y gracias ha ello a cosechado ya mas de 3000 amigos.
Hackett, de 59 años de edad, es uno de los residentes del poblado de pescadores Tignish, en la Isla del Príncipe Eduardo en la costa este de Canadá. A los más de 4.800 mensajes que ha enviado en botellas, identificando cada uno por la fecha de lanzamiento inscrita y una nota con su correo postal, ha recibido ya más de 3.100 respuestas.
Envió su primer mensaje en mayo de 1996 y afirma que no piensa desistir de su iniciativa que a echo que se lo conozca como el "Hombre Botella".
Pero las historias de los mensajes en botellas no se limitan a este "famoso" canadiense.
Recientemente un joven alemán acaba de recibir respuesta de un mensaje que envió en una botella hace 24 años mientras viajaba con su padre en barco a Dinamarca.
Lo hallo un joven ruso mientras caminaba por la costa del mar Báltico y una botella llamó su atención.
En 1977, Olivier Vandevalle, un niño belga de 14 años de edad que viajaba con sus padres en un yate familiar por las costas de Inglaterra, al parecer, metió una nota dentro de una botella vacía y la arrojó al mar, al más puro estilo romántico.
El mensaje decía: "Yo soy un chico de 14 años y vivo en Bélgica. No sé si eres un niño, una mujer o un hombre. Navego en un barco de 18 metros. Su nombre es Tamaris. Al mismo tiempo que escribo esta carta, acabamos de pasar por Portland Bill, en la costa sur de Inglaterra. Partimos esta mañana".
A finales de la primera década del siglo XXI, la británica Lorraine Yates encontró la botella en las costas de Swanage, en el sur de Inglaterra. Al parecer, la carta del siglo XX le emocionó tanto que se dedicó a buscar al remitente.
No tuvo mejor idea que acudir a Facebook y la red social de Internet, que está revolucionando la comunicación de hoy, justificó su reputación. Olivier recibió una respuesta. En su entrevista al diario The Sun, Vandevalle comentó: "Nunca me imaginé que iba a ver el mensaje otra vez... Es increíble que ella haya sido capaz de encontrarlo y no puedo creer que haya estado en el mar todos estos años…".
Los dos hijos de Olivier, uno de 16 años de edad y el otro de 20, también se sintieron conmovidos por la romántica experiencia de su padre y decidieron copiarla: enviaron sus propios mensajes al océano.
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